viernes, 8 de febrero de 2008

La primera vez embarcado

A los 17 años, embarco por primera vez, en un barco de pesca, sin tener experiencia ninguna de lo que era embarcar en la pesca de altura. Con la idea de algún día poder llegar a embarcar en un barco de pesca, había estado aprendiendo el oficio de redero, con el fin de así tener más probabilidad de encontrar trabajo en cualquier compañía de barcos de pesca.

Los comienzos fueron de los que nunca se pueden olvidar. Durante días, hasta que el cuerpo no se adapta a la mar, los mareos es lo peor que le puede pasar a cualquier ser humano. Debido a ésto muchos que estudian Náutica, sin antes pasar por esta experiencia, cuando terminan los estudios y se embarcan terminan dejándolo, porque no son capaces de adaptarse a la mar.

El barco en el que empecé, trabajaba por las costas de Portugal. Los comienzos fueron por los meses de Octubre cuando ya empieza el mal tiempo, en un barco de madera muy antiguo y pequeño para defenderse de la tempestad.
En aquellos tiempos pude saber lo que era pasar el invierno por la costa de Portugal en un barco, con pocos medios para resguardarse del temporal. En algún viaje hemos tenido que arribar para puerto debido al mal tiempo. Este barco tenía los dormitorios de los marineros en proa, y la cocina la tenía en la popa. Para poder ir a por la comida, teníamos que pasar por la cubierta al descubierto, sin defensa ninguna para resguardarse de la mar, los golpes de mar durante el viaje para puerto, entraban por cubierta haciendo imposible poder ir a la cocina a por la comida, por miedo a que en una de las fuertes olas que entraban en cubierta llevándose todo lo que encontraban a su paso, pudiese llevarnos a alguno de los que intentásemos salir para popa. El que tenía miedo pasaba sin comer, como no se lo llevase un compañero más atrevido.

Por aquel entonces, tuve la decisión de que tenía que perder el miedo para poder seguir, de lo contrario tenía que perder todas las ideas que me había hecho, amarrado con un cabo que estaba amarrado del otro extremo al palo de proa, espero a que desde el puente el patrón me avise para poder salir antes de que pudiese embestir la segunda ola en la proa y salir lo más a prisa posible pude llegar hasta popa, vigilando siempre las embestidas de las olas, llegando así a la cocina para poder comer.

Nos encontrábamos navegando para el puerto de Marin y a la altura de las Islas Cíes, vemos un barco Mercante navegando para el Puerto de Vigo, en una de la embestida de las tres olas lo cubre por completo desapareciendo de nuestra vista, creyendo que se había hundido, aquello nos sobrecogió él cuerpo en un miedo cerval. Al poco tiempo lo vemos aparecer como si surgiera del fondo de la mar en medio de una espuma blanca producida por el fuerte embestir de las olas. Pensamos que lo que habíamos visto, nos podría pasar a nosotros que íbamos navegando en un barco tan pequeño.

Después de ver todo esto y ver que no había pasado nada, nos íbamos conformando a nosotros mismos, sabiendo que era la vida que teníamos que llevar. Lo que había que hacer era prepararse para cuando hubiese mal tiempo saber respetarlo.