miércoles, 15 de octubre de 2008

VIAJE A CADIZ - EMBARCADO-

Una vez que volvimos al Puerto de Marín, por causa del mal tiempo, el barco en el que estaba embarcado con el puesto de marinero, queda amarrado en la boya de fondeo que le pertenecía. Donde cada empresa tenía su propio amarre. Cada vez que llegaban a puerto los barcos y una vez que se hacia la descarga del pescado, había que dejar el muelle libre, para que los demás barcos pudiesen hacer la descarga, el motivo era que este muelle era un pantalán de madera y los barcos tenían que atracar al final de él por no tener suficiente fondo, lo cual no reunía la suficiente seguridad. Por esta razón al no existir otro muelle para los barcos pesqueros, se tenian que amarrar en las boyas, cuando quedaban de descanso, la fecha que estoy haciendo referencia a todo esto, es en él año 1956.

Fondeados a la boya, llevábamos ya diez días, nos encontramos los cuatro compañeros de fatigas en un barco con muy pocas perspectivas, teníamos 17 años y por ser los mas jóvenes nos tenian haciendo de guardianes sin que nos pagasen nada, lo que estábamos comiendo en él barco era la comida que se llevaba de la tienda y cada tripulante tenia que pagar, cuando se cobrase lo que ganásemos del barco, pero si continuaba él mal tiempo y no salíamos a pescar quedabamos empeñados con la tienda.

El dueño del barco, no pasaba ninguna ayuda cuando esto ocurría. Esto hacia que estuviéramos desmoralizados, con muchas ilusiones pero no teníamos un duro encima, y queriendo trabajar pero sin saber donde ir, para pedir plaza en otro barco que reuniese mejores condiciones para trabajar con otra ilusión.

A los pocos días, nos enteramos que la Empresa, decide mandar el barco para Cadiz. Con base en este Puerto, para trabajar en los mares de allí, al saber esto era para mí como una aventura, conocería otra tierra, donde por los comentarios que hacían marineros que habían estado allí, se ganaba mas dinero y las condiciones de trabajo eran mejores. Enterado de todo esto, se lo digo a mis padres para que me dejen ir, pero tienen miedo, por la poca edad que tenia para saber defenderme cuando estuviese en tierra, un sitio desconocido y sin ninguna experiencia donde valerme solo.

Para que mis padres, me dejasen marchar y se quedasen mas tranquilos, se lo digo al Maquinista del barco, éste hombre había estado trabajando ya allí en otros barcos, al ver él interés que yo tenia en ir, viene hablar con mis padres para que me dejen marchar, prometiéndoles que una vez en él puerto de allí, me ayudaría en lo que necesitase, en buscar la lavandera que se cuidaría de la ropa sucia de la mar y ponerme al tanto de lo que me hiciese falta, lo cual así lo cumplió.

Al salir del puerto de Marín, sabíamos que trabajaríamos en las playas de pesca que había en la ruta que íbamos hacer. Para que, con la venta de la pesca, tener dinero para las primeras necesidades al llegar. Las zonas por las que trabajamos eran de Portugal.

Mi sorpresa era, que estábamos cargando la bodega, de todo el pescado, que en él puerto de Marín si lo cojiamos nos lo requisaban, al parecer en él de Cádiz era diferente.

No tenia explicación que encontrándonos en un mismo país, estuviese prohibido en un puerto y en el otro la venta fuese libre.

jueves, 19 de junio de 2008

Una arribada forzosa a Puerto

Navegando para el Puerto de Marín por causa del mal tiempo, en un barco de pesca de arrastre, al llegar a Puerto el barco queda amarrado en la boya de amarre que cada Empresa tenía asignado.

Estas boyas estaban por toda la dársena y cada barco tenía la suya, pues era la forma de amarrar a la flota, cuando lo hacía por descanso del personal o por causas del mal tiempo.

En el año 56, fecha a la cual me refiero, no había en Marín muelle de amarre para la flota pesquera. El muelle que existía en aquellos tiempos, era un pantalán de madera que estaba suspendido en unos puntones para hacer la descarga del pescado y una vez que se terminase había que dejar el muelle libre para los que llegasen detrás. Cuando se hacía la descarga para llevarlo desde el barco hasta la lonja a una distancia de 150 metros donde se subastaba, había unas mujeres que les llamaban las carretonas que hacian este trabajo, llevbando cajas de 80 kilos en la cabeza desde el costado del barco hasta la lonja.

Nosotros esta vez no teniendo nada que descargar, al llegar a puerto vamos directos a la boya donde quedamos amarrados en espera de que calme el mal tiempo. Cuando quedaba el barco amarrado , tenían por norma estar de guardia el marinero más joven, que quedaba aislado de tierra a unos 500 metros. Como íbamos cuatro de la misma edad, nos quedamos los cuatro hasta que terminamos los víveres que teníamos, la comida era toda pagada por nosotros , el dueño del barco no ponía mas que el pescado que cogíamos. Esta vez no habíamos pescado nada y no teníamos nada para comer. Teníamos un bote amarrado al costado para poder ir a tierra lo que nos servia de comunicación. El mal tiempo continuaba y las perspectivas no eran nada buenas, entre nosotros nos hacíamos muchas ilusiones pero yo veia que en el barco en el que estaba , poco podia mejorar. Los medios de trabajo que tenía eran los más rudimentarios, la maquinilla lo mas importante en un buque de pesca, era lo más sencilla, los carreteles los había que girar a mano, para meter todo el cable que se largase a la mar teníamos que irnos turnando por cada banda, había 4 hombres. Esta maniobra normalmente se hacía cada 5 horas. Si estábamos en un banco de pesca donde se largase 600 metros, cuando terminábamos quedábamos rendidos , las malletas que se usaba, eran alambradas forradas con albaca, se aprovechaban tanto que al ir palmeándolas, dando de mano hasta popa donde se cogía en seno, nos cortábamos con los picos del cable que debido al desgaste se iba soltando, los cortes que nos hacíamos en las manos se infectaban y al escoger el pescado, con la babilla que soltaba, hacia que fermentase en las manos produciendo un dolor inmenso. Para curar las manos, en el barco no tenían nada que nos pudiésemos echar. Para curarnos los marineros hombres ya mayores nos decían que nos orinásemos en las manos para que cicatrizasen.

Por aquellos tiempos la vida era muy dura, había que tener mucha capacidad de aguante, para poder salir adelante en un mundo con tanto atraso.

viernes, 30 de mayo de 2008

Jubilado de vuelta a mi tierra

Cuando me jubilé, todas mis ilusiones fueron poder hacer una casa en mi tierra, en Arcade un pequeño pueblo de Galicia. Siempre desde que salí de allí mi mayor deseo era ese. El tener algo hecho por mí, para que mis hijos siempre que quisiesen ir tuviesen donde estar. La mayoría de las veces procuraba ir a pasar las vacaciones allí. En caso contrario, si iba a otra parte, para mi era como si no las hubiese disfrutado.

Me quedaba el resto del año esperando la fecha para ir. En mi tierra cada vez que iba, cuando volvía, sentía que los pulmones se habían llenado de oxígeno, y me quedaba nuevo para aguantar otro año. Yo nací y me crié en un pueblo muy pequeño de casitas, en aquellos tiempos típicas de Galicia, con una población de 700 personas que nos conocíamos entre todos los vecinos.


En esta casa que se ve en la fotografia fue donde nací y pasé mi infancia.

Esta era la casa de mis padres, por los caminos de sus alrededores pasábamos los días jugando todos los niños de la vecindad sin miedo por parte de los padres a que nos pudiese pasar algo.

Desde estos caminos divisábamos toda la ria y todo el movimiento que en ella había.

Cuando se habría la veda de la recojida de la almeja y el berberecho allá por los años 46 y 50 estarian trabajando entre hombres y mujeres más de 5000 personas, todos los pueblos de los alrededores vivian la mayoria de la gente de lo que daba la ria, asi que en el momento de la recogida todo lo que se divisaba de la ria eran personas, el eco que formaban de toda la charla que tenían, llegaba hasta nosotros enterándonos muchas veces de los comentarios que tenían. Por estos años tendría los 8 a 10 años y si no estaba en la escuela por que no tubiese, mientras nuestros padres se iban a la recojida de la almeja y al berberecho, nos quedábamos hasta que viniesen.

Recordando toda aquella infancia, pienso en la riqueza que había en esta ria y que hoy no tiene,las almejas autóctonas propias del lugar desaparecieron. En su puesto están las almejas que sembraron Japonesas, las cuales no se pueden comparar en nada a las que había.

Haciendo un repaso de memoria, pienso que antes cuando bajaba la marea y todo el fondo quedaba al descubierto, se veian las arenas blancas y ahora todo lo que se ve en vez de arenas son cebas con fango.

viernes, 4 de abril de 2008

La ria de Vigo en los años 40


Esta fotografía representa la ría de Vigo, y termina en la Puente Sampaio, donde las aguas de la ría se juntan con las aguas dulces del río Verdugo. esta ría fue muy rica en toda clase de pesca de ella vivían la mayoría de los habitantes ribereños que no tenían suficientes tierras para vivir todo el año.

En los años 45 desde la Isla de San Simón hasta las Islas Alvedosas, todo el fondo desde la mitad de la ria hacia la parte Oeste, estaba lleno de ostras de grandes como la palma de la mano. Para cogerlas iban embarcados en unas barcas de unos 5 metros de largo. Las herramientas que usaban eran unos rastros hechos de madera con unos dientes engarzados también de madera con un mango de unos 8 metros de largo. Este rastrillo los dientes eran al principio de madera para no dañar las ostras al cogerlas. Los hombres que iban embarcados, desde el barco echaban el rastro al fondo del mar, que tendría una profundidad de 3 metros y haciendo fuerza con los brazos y piernas sobre el mango, tiraban hasta tenerlo en su perpendicular y lo subían para cubierta y así escoger lo que traia.

Con esta forma de trabajo se rompian muchos dientes del rastro y siempre tenían que estar cambiándolos, ya llevaban de repuesto para hacerlo cada vez que ocurría.

Debido a ésto, como cada vez que ocurría en reparar el arte perdían de coger las ostras. Los más atrevidos aunque no estaba permitido, empezaron por poner los dientes de hierro y al final terminaron poniéndolos todos. Al trabajar con los dientes de hierro, todas las ostras que el rastro le cayese encima, eran dañadas y se iban muriendo, enfermando así a toda la playa, ocasionando que con el tiempo se perdiese el criadero.

Pensando en todo esto veo como se perdió todo lo bueno que había por no haber nadie que se preocupase del medio ambiente. Permitiendo que de esta forma se dañase uno de los mariscos mas apreciados a nivel nacional.


viernes, 8 de febrero de 2008

La primera vez embarcado

A los 17 años, embarco por primera vez, en un barco de pesca, sin tener experiencia ninguna de lo que era embarcar en la pesca de altura. Con la idea de algún día poder llegar a embarcar en un barco de pesca, había estado aprendiendo el oficio de redero, con el fin de así tener más probabilidad de encontrar trabajo en cualquier compañía de barcos de pesca.

Los comienzos fueron de los que nunca se pueden olvidar. Durante días, hasta que el cuerpo no se adapta a la mar, los mareos es lo peor que le puede pasar a cualquier ser humano. Debido a ésto muchos que estudian Náutica, sin antes pasar por esta experiencia, cuando terminan los estudios y se embarcan terminan dejándolo, porque no son capaces de adaptarse a la mar.

El barco en el que empecé, trabajaba por las costas de Portugal. Los comienzos fueron por los meses de Octubre cuando ya empieza el mal tiempo, en un barco de madera muy antiguo y pequeño para defenderse de la tempestad.
En aquellos tiempos pude saber lo que era pasar el invierno por la costa de Portugal en un barco, con pocos medios para resguardarse del temporal. En algún viaje hemos tenido que arribar para puerto debido al mal tiempo. Este barco tenía los dormitorios de los marineros en proa, y la cocina la tenía en la popa. Para poder ir a por la comida, teníamos que pasar por la cubierta al descubierto, sin defensa ninguna para resguardarse de la mar, los golpes de mar durante el viaje para puerto, entraban por cubierta haciendo imposible poder ir a la cocina a por la comida, por miedo a que en una de las fuertes olas que entraban en cubierta llevándose todo lo que encontraban a su paso, pudiese llevarnos a alguno de los que intentásemos salir para popa. El que tenía miedo pasaba sin comer, como no se lo llevase un compañero más atrevido.

Por aquel entonces, tuve la decisión de que tenía que perder el miedo para poder seguir, de lo contrario tenía que perder todas las ideas que me había hecho, amarrado con un cabo que estaba amarrado del otro extremo al palo de proa, espero a que desde el puente el patrón me avise para poder salir antes de que pudiese embestir la segunda ola en la proa y salir lo más a prisa posible pude llegar hasta popa, vigilando siempre las embestidas de las olas, llegando así a la cocina para poder comer.

Nos encontrábamos navegando para el puerto de Marin y a la altura de las Islas Cíes, vemos un barco Mercante navegando para el Puerto de Vigo, en una de la embestida de las tres olas lo cubre por completo desapareciendo de nuestra vista, creyendo que se había hundido, aquello nos sobrecogió él cuerpo en un miedo cerval. Al poco tiempo lo vemos aparecer como si surgiera del fondo de la mar en medio de una espuma blanca producida por el fuerte embestir de las olas. Pensamos que lo que habíamos visto, nos podría pasar a nosotros que íbamos navegando en un barco tan pequeño.

Después de ver todo esto y ver que no había pasado nada, nos íbamos conformando a nosotros mismos, sabiendo que era la vida que teníamos que llevar. Lo que había que hacer era prepararse para cuando hubiese mal tiempo saber respetarlo.