
En los años 45 desde la Isla de San Simón hasta las Islas Alvedosas, todo el fondo desde la mitad de la ria hacia la parte Oeste, estaba lleno de ostras de grandes como la palma de la mano. Para cogerlas iban embarcados en unas barcas de unos 5 metros de largo. Las herramientas que usaban eran unos rastros hechos de madera con unos dientes engarzados también de madera con un mango de unos 8 metros de largo. Este rastrillo los dientes eran al principio de madera para no dañar las ostras al cogerlas. Los hombres que iban embarcados, desde el barco echaban el rastro al fondo del mar, que tendría una profundidad de 3 metros y haciendo fuerza con los brazos y piernas sobre el mango, tiraban hasta tenerlo en su perpendicular y lo subían para cubierta y así escoger lo que traia.
Con esta forma de trabajo se rompian muchos dientes del rastro y siempre tenían que estar cambiándolos, ya llevaban de repuesto para hacerlo cada vez que ocurría.

Pensando en todo esto veo como se perdió todo lo bueno que había por no haber nadie que se preocupase del medio ambiente. Permitiendo que de esta forma se dañase uno de los mariscos mas apreciados a nivel nacional.
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